Aviso: Este texto es el entregado a la revista lucentina
Angélica, donde apareció en su tomo 5, 1993, págs.
177-184. Los diacríticos de unas palabras transcritas del árabe
han sido simplificados, forzosamente, faltando cómo representarlos
en HTML. He añadido los datos, en la nota 9, de la publicación
de un artículo entonces en prensa, y he añadido una frase a
la nota 18. Ignoro que existan otras diferencias entre esta versión
y la publicada en Angélica, pero no han sido compulsadas, y la publicada
en papel es la "oficial".
NOCHES EN LOS JARDINES DE ESPAÑA
DANIEL
EISENBERG
Florida State University
Para Ellen Burns
Si puede decirse que me hice hispanista
por algún influjo, que había alguna parte de la cultura
española cuyo encanto me hería en el alma, ha sido la música.
Sentí una afición por ella años antes de poder leer
con propiedad ningún texto en castellano. Mi introducción al
Quijote fue el Retablo de Maese Pedro de Falla, y a la Alhambra,
La puerta del vino de Debussy.
Debo a mi padre, médico violinista
de relieve local, una introducción a la música desde muy joven.
Vivimos en un pueblo de tres mil habitantes, rodeado de montañas
(Canisteo, Nueva York). Estuvimos sin televisión hasta mis trece
años. Para ver una película había que ir a la "ciudad"
con los padres: toda una excursión. Las películas extranjeras
no se veían, y de teatro, sólo lo que representamos en el colegio.
La literatura extranjera era Víctor Hugo, Dumas, Tolstoy, Pasternak
y (a escondidas los tenía mi madre) Balzac y el
Decamerón.
Pero la música, "el lenguaje
internacional" como la describió mi madre, más dada a
teorizaciones, circulaba libremente. Mi padre se abonó a un club de
discos LP, entonces una novedad, y los tocó para dormir a los hijos:
me acuerdo que uno era Los pinos y Las fuentes de Roma de Respighi.
También mucha música rusa: las Danzas polovtsianas del
Príncipe Igor y En las estepas del Asia Central, de
Borodin; piezas de Kabalevsky y Khatchaturian.
También poseía una
colección de música de violín y piano, de sus años
de estudiante. Mis padres me hicieron aprender el piano, llevándome
a una serie de profesoras y por dos años al Conservatorio de Eastman:
viajes de todo un sábado a la "gran ciudad" de Rochester. Con tal
que nadie me obligara a practicar, a aburrirme tocando la misma pieza muchas
veces, me gustaba. Y así a partir de los diez o doce años pude
acompañar a mi padre en el piano, y nos divertíamos mucho.
Aunque en la conversación no nos aguantábamos, en la música
éramos amigos.
Quisiera saber con seguridad la nacionalidad
del profesor de violín de mi padre (en Brooklyn de los años
treinta). Por la música que conocía, tiene que haber sido un
inmigrante de Rusia, Austro-Hungría, o algún otro país
del este de Europa, que vino a este país antes de 1914: el mismo mundo
que el de mis abuelos paternos. De música alemana muy poco: una cultura
enemiga, sin duda. Nada de Wagner o Mahler, menos Orff o Richard Strauss,
poco Bach y Beethoven. Poca música francesa e italiana. Pero sí
mucha polaca, rusa y húngara. Czardas; Hejra Kati; danzas
gitanas.
Añádase a esta
introducción la música tocada en la orquesta de la escuela.
(Nuestros padres también se cuidaron de vivir en una de los pocos
pueblos de la comarca cuya escuela tenía orquesta además de
banda.) Tuve contacto con otras piezas por la orquesta en la "ciudad" donde
mi padre tocaba violín y yo algunas veces clarinete o fagot, y por
los cuadernos y piezas que me facilitaron las profesoras de piano.
El resultado es que lo que conocí
de allende los mares, me vino principalmente a través de la música,
por los títulos, melodías y ritmos. Era un mundo para mí
fascinante, lleno de misterios y maravillas que nunca había visto
ni de otra forma me hubiera imaginado. Un Himno al sol, de El gallo
de oro (Rimski-Korsakof). El amor de las tres naranjas (Prokofiev).
Juegos de agua (Ravel). Alla turca (Mozart). La montaña
misteriosa (Hovhaness). Scherezade, de Las mil y una noches
(Rimski-Korsakof). La cultura judía era la sufrida pintada en
Schlomo de Bloch, el primer disco que poseí (un regalo de Bar
Mitzvah del director de la orquesta de la escuela). El compacto actual no
reemplaza la foto de su portada: un viejo barbado, en la penumbra, todo un
mito judaico.
Cuando, pocos años después,
llegué a tener contacto con la música clásica
española, tal vez me entusiasmó tanto porque me recordaba estas
piezas, porque comparte con ellas escalas insólitas. Pero no la
entendí, y me ha costado encontrar su explicación. Ofrezco
a continuación algunas de mis experiencias en buscar el sentido de
ciertas piezas, todas ellas objetos de meditación durante años.
Uno de mis descubrimientos más recientes es la deuda de la música
del oriente de Europa a la
española.(1) Se explica así,
posiblemente, la familiaridad y el encanto que ésta me proporcionaba
desde el principio.
I. Iberia
La primera pieza musical española
con que tuve contacto fue Iberia de Albéniz. Por algún
camino que no recuerdo, llegó a mis manos un ejemplar de la edición
Dover de The Music of Spain, de Gilbert Chase, un manual viejo que
apenas trataba la música posterior a la guerra civil. La edición
es de 1959, así que debía tener unos 14 años. Mencionó
los encantos de Iberia, entonces sin grabar en su totalidad. En aquel
ambiente musical, nada más natural que pedir la música, y en
unos días llegó de Rochester. Esta obra, de armonías
complejísimas y precisos ritmos, fue mi introducción a la cultura
española. Hasta cierto punto mi carrera de hispanista ha sido un esfuerzo
para entenderla, igual que las otras obras que discutiré.
Iberia, un encanto para el
pianista,(2) presenta una curiosa
introducción a España. Es una obra principalmente andaluza:
celebra Sevilla, Jerez, Ronda, Málaga, Almería, Puerto de Santa
María.(3) La única presencia
de Madridde Castillaes la humilde Plaza de Lavapiés. Nada
de castillos y palacios. De religión, sólo la Semana Santa
en Sevilla. Celebra la clase popular: además de Lavapiés, aparecen
la Triana de Sevilla y el Albaicín de
Granada.(4) Me encantó que el cierre
fuera dedicado a una venta sevillana, Eritaña, desaparecida hace mucho
tiempo. Pero tardé veinticinco años en entender que esta venta
representaba la libertad: del clero, de los ricos, del gobierno y también,
forzoso es confesarlo, de las conservadoras mujeres. Fue también mucho
después que supe del liberalismo de
Albéniz,(5) y del conservadorismo y
mejor acomodo de otro compositor cuya música me gustaba, a los 18
años, mucho menos que la de Albéniz: Joaquín
Turina.(6)
II. Madroños
El Madrid en que viví nueve meses
en 1965-66, era, después de un cuarto de siglo de franquismo, un desierto
musical. No es que no hubiese nada, pero era poquísimo para una ciudad
de millones de habitantes. Faltaba tanto la música popular como la
clásica.
La pieza española que más
me quedó grabada en la memoria de aquel tiempo fue una de guitarra
que se usaba como fondo durante los intervalos en la televisión. No
se la identificó y pasaron muchos años antes que diera con
ella en un disco: se trata de Madroños, de Moreno Torroba.
Más tarde todavía descubrí que un oso y un madroño
figuran en el escudo de Madrid. ¿Será coincidencia que la
Televisión Española usara como tema una música celebrando
un elemento del escudo de Madrid?
III. Concierto de Aranjuez
Sin embargo, la pieza que simboliza el
franquismo en la música es el Concierto de Aranjuez. Una obra
estrenada en España en 1940 forzosamente hubiera tenido que ser, o
pretender ser, reconciliadora y reconstruidora, y al mismo tiempo celebradora
del catolicismo y de la interpretación de la historia española
de los vencedores. No es nada sorprendente que Rodrigo escogiera Aranjuez,
un palacio de Felipe IV, para interpretación en la música.
El Concierto de Aranjuez es una
obra de una alegría superficial, de armonías fáciles
y hasta sosas. Contrasta la guitarra española, que tiene las líneas
más ricas, con las cuerdas. Los acordes simplistas de éstas
me sugieren extranjeroscomo en efecto lo eran los habsburgoque
tienen que españolizarse, lo cual ocurre durante la obra. En el
último movimiento la guitarra, siempre instructora, lleva las cuerdas
en una danza feliz. Un concierto para guitarraes decir, una obra que
combinase la guitarra y las cuerdasera en aquel momento una novedad.
El movimiento más popular ha sido
siempre el segundo, el lloro introducido por el cuerno
"inglés"(7) y desarrollado por la guitarra.
Harto había que llorar en 1940. Pero no lo lloran las cuerdas.
¿Simboliza algo que la guitarra y el cuerno ingléslos
instrumentos más orientales, de los occidentalesexpresen esta
emoción?
IV. Noches en los jardines de España
Hablando, hablando, tras nuestra imagen de la ciudad actual iba surgiendocomo en esas figuras de las geometrías donde las aristas ocultas se señalan con líneas de puntosla idea de otra pretérita Granada, purificada en la hipótesis, donde otras gentes cantaban en otra lengua al son de otras guitarras.(8)
Manuel de Falla, aunque dedicó
una pieza a los jardines de España, tuvo una orientación diferente.
No menciona los grandes jardines de Aranjuez, que tuvo que haber conocido,
pues su amigo íntimo Santiago Rusiñol, en cuya casa acabó
la obra,(9) fue pintor de jardines. Los jardines
españoles que le interesaban a Falla eran todos
andaluces.(10)
La pieza fue el primer disco de música
española que poseí. Desde el primer momento me ha causado
escalofríos. De todas estas cuatro piezas ha sido la que más
me ha costado descubrir su sentido, descubrir qué pasaba de noche
en los jardines de España. Pinta un mundo hermoso, emocional y violento,
acaso peligroso, pero por último apacible y espiritual. Según
Joaquín Turina, es la obra más triste de Falla, en la cual
expresa un drama íntimo.(11)
Los tres movimientos son "En los jardines
del Generalife," "Una danza lejana," y "En los jardines de la sierra de
Córdoba." Los dos últimos movimientos se tocan sin pausa.
El dedicado al Generalife fue para mí
desde el principio el movimiento más comprensible, pues es el jardín
andaluz mejor conservado. El Generalife, el sitio más agradable que
conozco en el planeta, fue un jardín dedicado al amor y al mismo tiempo
una expresión de él. Según Santiago Rusiñol,
"así como hay artistas que del amor hacen poesía o música
u obra de arte, hubo quien del amor hizo jardines, y fue el artista enamorado
quien ideó el Generalife."(12)
Naturalmente no se trata del amor matrimonial ni procreativo: fue "nido de
amores, mansión de sultana favorita, refugio de reyes, retiro acariciado
por el perfume de las flores, los misteriosos susurros del bosque y el murmullo
de las fuentes."(13) Cipreses, frescura,
exclusión del mundanal ruido. Albercas, escaleras de agua, fuentes,
surtidores: agua, flores y frutas por todas partes. El agua, símbolo
de la vida, fue el principal elemento decorativo. "Hoy mismo, sus ruinas
tienen la vaga tristeza de los lugares que fueron teatro de añejas
felicidadesy todo canta placer perdido, en ese mudo lenguaje de las cosas
que llevan en sí el recuerdo."(14)
Pero el amor es el primer movimiento:
el principio, no el fin. Manuel Orozco sugiere que la Danza lejana
descrita en el segundo movimiento es una danza gitana del
Albaicín(15): la lejanía desde
la calle (Antequeruela Alta) que Falla escogería para su residencia
granadina. Aunque el parecido es evidente, la sugerencia es demasiado literal.
(Bien pudiera Falla haber empleado el título "Danza gitana," si quisiera.)
La danza, refugiada en cuevas, que hoy conocemos como gitana no es sino reflejo
de una tradición más antigua de danza hispanomusulmana, si
no premusulmana o aun prerromana.(16) Es
una danza que rueda, gira, zapatea, más y más rápidamente
hasta caer en el éxtasis. En su forma más inmediata, es la
zambra, el ruidoso baile y fiesta prohibido después de la conquista
de Granada.
Para entender el simbolismo de esta danza,
no encuentro mejor comentario que un análisis del baile del más
famoso bailarín gitano de la literatura española, la Preciosa
de Cervantes. En su baile, según Peter Dunn, "el espíritu y
el cuerpo rivalizan, y su contienda se resuelve en ritmo y movimiento. Como
acción, es al mismo tiempo energía sensual y una imitación
del orden puro, del orden del movimiento. Es así a la vez una
imitación de los poderes físicos del mundo y de las formas
íntimas de naturaleza. Como movimiento alrededor de un eje repite
la danza de las estrellas, los planetas y los elementos alrededor de su centro.
La bailarina siempre vuelve al centro de su propio círculo; ése
es el punto al que el cuerpo es atraído, al que debe volver cuando
más alejado, como bien lo intuyen bailarina y espectador. La poesía
y la danza, por lo tanto, absorben y transforman lo
orgiástico."(17)
El baile andaluz tiene un sentido
metafísico. Representa la tierra y las estrellas. Une el hombre con
el cosmos.
Sigue, sin interrupción, una danza
aún más violenta, la de los jardines de la sierra de Córdoba.
Por muchos años me preguntaba por el sentido de estos jardines. Por
casualidad encontré, curioseando en la gran biblioteca del cervantista
José María Casasayas, un libro publicado dos años antes
del estreno de la obra de Falla. Se trata de Ibn Masarra y su escuela.
Orígenes de la filosofía hispano-musulmana, de Miguel
Asín Palacios.(18) Falla tuvo
interés en la historia andaluzaconsta en su Festival del Cante
Jondoy fácilmente tendría contacto con este libro o con
lectores o reseñas de él. Los jardines de la Sierra de
Córdoba tienen que ser los del eremitorio de Ibn
Masarra.(19) Fue el habitante más
renombrado de dicha sierra.
Ibn Masarra fue el fundador del poco
conocido sufismo español.(20) Las
danzas violentas del tercer movimiento tienen que ser danzas sufíes,
danzas místico-eróticas, danzas hacia Dios y hacia el orgasmo,
que serían una misma cosa.(21) Y la
paz y el bienestar con que el movimiento acaba, son a la vez, inseparablemente,
sexuales y espirituales.(22) Naturalmente
una obra tal me encantó, aunque no la entendiera hasta hace poco.
En Noches en los jardines de
España, Falla pasa desde lo existente a lo desaparecido, del presente
al pasado, del amor humano al amor divino, del este al
oeste,(23) de Granada a Córdoba, del
último reducto del Islam hispánico a su plenitud. Recrea un
mundo apasionado y apasionante, no sólo desaparecido sino oculto.
Su evocación musical hizo mucho para que me dedicara al estudio de
la cultura hispánica. Pero mis clases de literatura e historia
españolas, en las cuales España se identificó completamente
con Castilla, no me lo explicaron. He tenido que estudiarlo por mi cuenta.
NOTAS
1. Glinka, fundador
de la música rusa clásica y uno de los fundadores del romanticismo
en la música, pasó dos años en España estudiando
su música. Según Walter Starkie, Don Gypsy (Londres,
J. Murray, 1936), p. 322, Glinka se inspiró especialmente en la
música que oyó en Granada. Borodin, Rimski-Korsakof, etc.,
muestran el influjo de Glinka.
Escritas estas líneas, he descubierto
una carta de Glinka en la que comenta su estudio. "La música nacional
de las provincias españolas antiguamente bajo dominación musulmana
es el objeto principal de mi estudio. El estudio, sin embargo, es muy
difícil. Ni los maestros españoles y los extranjeros residentes
en España saben nada del tema, y si alguna vez tocan melodías
nacionales, inmediatamente las desfiguran, dándoles un carácter
europeo, aun cuando sean melodías árabes puras. Para lograr
mi propósito tengo que acudir a arrieros, obreros y gente del pueblo
y escuchar su canto con mucha atención. Las vueltas de la melodía,
la colocación de las palabras y la ornamentación son tan originales
que aun ahora no he podido capturar todas las melodías que he oído.
Hablo aquí de la música española folclórica pura."
(Glinka's Life in Music. A Chronicle, por Alexandra Orlova, trad.
Richard Hoops, Ann Arbor, UMI Research Press, 1988, p. 467.)
2. Naturalmente sólo
la puedo tocar muy lentamente. "No hay nada en la Iberia de Isaac
Albéniz que un buen pianista de tres manos no pudiera dominar, si
tuviera tiempo infinito para practicar y permiso para tocar a la mitad de
la velocidad" (de una reseña de un concierto de Alicia de Larrocha,
New York Times, 24 de noviembre de 1988, p. 17).
3. Una pieza dedicada
a Navarratambién en la periferiano la acabó,
creyéndola inferior. Fue acabada por un amigo suyo después
de su muerte.
4. En "El Albaicín"
Albéniz creyó "haber capturado el alma de Granada," según
una carta de 1907. Pero es curioso que no dedicara nunca una pieza musical
a la Alhambra ni al Generalife. Para Albéniz, Granada era "el tesoro
de la música andaluza" (una carta de 1886). (Las dos cartas dirigidas
al mismo destinario no identificado, las citó Victoria de los
Ángeles en el cuaderno que acompaña el disco "Songs of Andalusia
in the Middle Ages and Renaissance," Angel SFSL-36468.) Sobre Albéniz
y la Alhambra, véase también Luis Seco de Lucena Paredes,
"Albéniz en la Alhambra," Cuadernos de la Alhambra, 8 (1972),
31-35 más dos páginas de ilustraciones.
5. Albéniz
fue "furibundo y ruidoso anticlerical, republicano al estilo de la primera
República española, buen comedor y bebedor" (María
Martínez Sierra, Gregorio y yo, México, Gandesa, 1953,
p. 191). Según la misma autora, Albéniz fue "arrojado de la
patria por incomprensión de sus compatriotas.... Los españoles
acababan de descubrir la música alemana.... Albéniz había
cometido...el crimen imperdonable de inspirarse¡qué
ordinariez!en la tradición popular española" (p. 190).
6. "Me gusta la
música de Falla para inquietarme, y la de Turina, para aquietarme"
(María Martínez Sierra, Gregorio y yo, p. 151).
7. No es inglés;
es una mala traducción del francés cor anglé,
tomándolo por cor anglais.
8. Emilio García
Gómez, prólogo al Diván del Tamarit de Federico
García Lorca, ed. Andrew Anderson (Madrid, Espasa-Calpe, 1988), p.
183.
9. El dar fin a la
obra en la casa de Santiago Rusiñol: Eduardo Molina Fajardo, El
flamenco en Granada (Granada, Miguel Sánchez, 1974), p. 123. Sobre
los orígenes de la pieza, véase mi "Una temprana guía
gay: Granada (Guía emocional) de Gregorio Martínez Sierra
(1911)," Erotismo en las letras hispánicas. Aspectos, modos y
fronteras, ed. Luce López-Baralt y Francisco Márquez
Villanueva, Publicaciones de la Nueva revista de filologia hispánica
(Mexico: El Colegio de México, Centro de Estudios
Lingüísticos y Literarios, 1995), pp. 111-20, y Gilbert Chase,
Manuel de Falla: A Bibliography and Research Guide (New York, Garland,
1986), pp. 15 y 19.
10. Vemos tanto en
Falla como en Albéniz una actitud medieval que persiste, sin reconocer
su origen, hasta la actualidad. Muchos extranjeros y algunos españoles
identifican España con Andalucía. P. ej., Arturo Rubinstein:
"Pero me había enamorado de Sevilla, Córdoba y Granada; ésta
fue la España que imaginaba, la España que anhelaba ver. Sé
que muchos de mis lectores españoles menearán la cabeza: otro
que ve nuestro país como la España de panderetatérmino
despreciativo para el flamenco, las guitarras y las corridas de toro,
típicamente interesantes para los turistas. Desde su punto de vista,
tienen razón. Pero, hablando sólo de mi propio caso, confieso
sin vergüenza que mi amor de toda la vida a España nació
de mi pasión por el Don Juan y El casamiento de
Fígaro de Mozart, del Carmen de Bizet, de la
España de Chabrier, del Barbero de Sevilla de Rossini,
de la suite Iberia de Albéniz, y también por muchas
otras partituras por grandes compositores de muchos países, inspirados
por el rico folclore español. Suelen evocar la música, vida
y costumbres de Andalucía." (Traducción mía de My
Young Years, Nueva York, Knoff, 1973, p. 455. Le agradezco a Thomas Lathrop
el envío de estas líneas.)
11. Citado por David
Ewen, Complete Book of 20th Century Music, nueva ed. (Englewood Cliffs,
New Jersey, Prentice-Hall, 1959), p. 122.
12. Santiago
Rusiñol, en Impresiones de arte, incluidas en sus Obres
completes, 3ª ed. (Barcelona, Selecta, 1976), II, 782. No he podido
ver su Jardines de España (Barcelona, A. López, 1914).
13. Valladar, citado
por Rusiñol, II, 779.
14. Rusiñol,
II, 782.
15. Manuel Orozco,
Falla (Barcelona, Destino, 1968), p. 81.
16. Sobre el baile
andaluz prerromano, véase el artículo de Richard Hitchcock,
"The Girls from Cádiz and the Kharjas," Journal of Hispanic
Philology, 15 (1991), 103-16.
17. "Las Novelas
ejemplares," en Suma cervantina (Londres, Tamesis, 1973), p. 96.
18. Madrid, 1914,
pero cito la edición en el tomo 1 de sus Obras escogidas (Madrid,
CSIC, Instituto Miguel Asín, 1946-48), donde se incorporan "no pocas
modificaciones importantes" (p. x). La traducción al inglés
tiene índice onomástico: The Mystical Philosophy of Ibn
Masarra and His Followers (Leiden, Brill, 1978). [Sobre las deficiencias
de la obra de Asín, según la erudición actual, véase
Claude Addas, "Andalus Mysticism and the Rise of Ibn `Arabi," en The Legacy
of Muslim Spain, ed. Salma Khadra Jayyusi (Leiden: Brill, 1992), pp.
909-33. - Nota no incluida en el texto publicado en
Angélica.]
19. Su casa imitaba
la de una concubina del profeta Mahoma, y consta que ésta estaba rodeada
de jardines. Véase Asín Palacios, p. 47, n. 1, citando a
al-Maqqar.
Parece probable que el eremitorio de
Ibn Masarra estuvo en el mismo sitio que los actuales ermitas cristianos,
sitio turístico-religioso en la Sierra de Córdoba a unos 15
kilómetros de Córdoba capital. Según dato facilitado
por Carlos Castilla del Pino, quien lo recibió de Enrique Luque, Falla
vivió durante unas semanas o meses de 1914 ó 1915 en una casa
de campo cercana, Melero Alto.
20. No existe una
visión de conjunto del sufismo español. Como explica Asín,
todos los textos de Ibn Masarra han desaparecido. Lo que conocemos se debe
en gran parte a la refundición por su discípulo indirecto Ibn
al-`Arabi. Sobre él, véanse los libros de Asín, El
Islam cristianizado: estudio del "sufismo" a través de las obras de
Abenarabi de Murcia, 2ª ed. (Madrid, Hiperión, 1981),
especialmente el capítulo "El canto religioso," pp. 182-90, y Vidas
de santones andaluces: la Epístola de la santidad de Ibn `Arabi
de Murcia (Madrid, Hiperión, 1981). Sobre el sufismo en España
posterior a Ibn al-`Arabi, véase Emilio de Santiago Simón,
El polígrafo Granadino Ibn Al-Jatib y el sufismo: aportaciones
para su estudio (Granada, Diputación Provincial y Departamento
de Historia del Islam de la Universidad, 1983), y mi "Cisneros y la quema
de los manuscritos granadinos," Journal of Hispanic Philology, 16
(1992 [1993]), 107-24, en la página 117, n. 36. Sobre el carácter
heterodoxo del sufismo, véase Peter Lamborn Wilson, Scandal. Essays
in Islamic Heresy (Brooklyn, Nueva York, Autonomedia, 1988) y el ensayo
"Sufism" en la Encyclopedia of Homosexuality, ed. Wayne Dynes (New
York, Garland, 1990). Sobre los vínculos de San Juan de la Cruz con
el sufismo, véase Luce López-Baralt, San Juan de la Cruz
y el Islam, 2ª ed. (Madrid, Hiperión, 1990).
21. Sobre la
espiritualidad erótica en la cultura hispanomusulmana, véase
la introducción de Luce López-Baralt su edición de Un
Kma stra español (Madrid, Siruela, 1992), especialmente "La literatura
erótica oriental o la coextensividad de lo sexual y lo sagrado," pp.
207-22.
22. Teniendo en cuenta
la fecha, son significativas las palabras de Asín Palacios: "Radicaba
su actitud sobre todo en la arrogante soberbia espiritual de todas las sectas
místicas heterodoxas que, por una aberración paradójica,
triste síntoma de la inclinación al mal ingénita en
el espíritu humano, acaban por caer en los mayores extravíos
y degradaciones morales, cabalmente cuando presumen haber llegado a la cumbre
de la santidad. Los sufíes heterodoxos consideraban, en efecto, necesarias
y útiles las prescripciones de la ley religiosa para los profanos,
para el vulgo no iniciado en el camino de la perfección mística;
en cambio, el místico perfecto, el que ha llegado a la santidad,
está ya por encima de toda ley y puede obrar como se le antoje" (pp.
134-35).
23.
GeneralifeAlbaicínCórdoba, de este al oeste.