Comunicación al IV Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, Lepanto (Náfpaktos, Grecia), 5 de octubre, 2000. De próxima publicación en las Actas.
Daniel Eisenberg
En 1979 apareció la primera edición
de mi bibliografía de los libros de caballerías
castellanos (1). Se trata de un librito de
menos de cien páginas, que por haberse publicado en Inglaterra, tuvo
mala distribución en España. (Es en efecto mi libro más
fotocopiado.) Ahora, después de veinte años, y gracias a la
colaboración de Maricarmen Marín Pina, sin la cual el proyecto
estaría abandonado, va a salir una nueva edición, publicada
por las Prensas Universitarias de Zaragoza. Como el material estudiado es
tan diverso y tan disperso, la colaboración de un español y
un norteamericano, como en el felicísimo caso de Rudolph Schevill
y Adolfo Bonilla, ha sido un paso esencial.
El nuevo libro ocupa 440 páginas, sin
contar los índices. Hay un total de 2069 entradas, y aunque algunas
no son sino referencias cruzadas, no han entrado en este número las
muchas reseñas incluidas. Convencidos de la importancia de las
reseñas de los libros fichados, las hemos incluido sistemáticamente.
La edición de Amadís de Gaula de Edwin Place (§664)
tuvo nada menos que veinticuatro de ellas.
En contraste con la edición de 1979,
la nueva lleva índices de impresores y libreros, de lugares de
edición de libros de caballerías castellanos, de fechas de
edición, de bibliotecas donde se custodian y un índice
temático.
Somos muy conscientes de las deficiencias y
límites de nuestra obra. Por ejemplo, hemos marcado con asterisco
las entradas que han sido sacados de otras fuentes y no verificadas directamente.
Con más tiempo, pudiéramos haber eliminado algunos más
de los asteriscos. Ya que varían entre sí, con tiempo y con
dinero para viajes de que no disponemos, pudiéramos haber mejorado
la obra también por la inspección directa de cada ejemplar
de cada edición antigua de los libros de caballerías castellanos.
Pero hemos decidido que si esperamos hasta perfeccionar el libro, no lo
publicaremos nunca, y está lo suficientemente pulido como para publicarlo
en su estado actual.
Las consultas directas que sí hemos
hecho han sido a veces bastante difíciles. Se han publicado estudios
sobre los libros de caballerías castellanos en los lugares más
insólitos - Filipinas (§168), Japón (§521) y
Rumanía (§772), por ejemplo. Imaginaos lo difícil que
es localizar un libro publicado en Rumanía en 1940. Sí
verifiqué personalmente, en la Biblioteca Nacional de Madrid, la revista
más extraordinaria que ha resultado pertinente: la Revista de
Aeronáutica y Astronáutica Hispánicas, en la cual,
en 1966, en efecto apareció una reseña de la edición
de Place de Amadís de Gaula (§664), considerado buena
lectura para pilotos.
La confección de nuestro trabajo, acabado
y entregado durante este año final del milenio, me ha permitido echar
un vistazo al progreso de los estudios caballerescos castellanos. Quisiera
recordarles que solamente tratamos de textos escritos en castellano y no
anteriores a Amadís de Gaula. Entonces no incluimos Tirante
el Blanco, una obra valenciana, aunque Cervantes no sabía este
hecho, ni tampoco Palmerín de Inglaterra, escrito en
portugués, ni El caballero Zifar, obra medieval. Ya que estudiamos
la poesía castellana sin incluir traducciones de Petrarca, y la comedia
española sin incluir a Shakespeare, creemos que es legítimo
limitarnos a la literatura caballeresca escrita en castellano. Tal división
de la materia, si no siempre neta e infalible, se ve reflejada claramente
en los gustos literarios de la época (§263, §335 Capítulo
1, §483).
Nuevas ediciones
En primer lugar, hay que destacar la gran
importancia de las nuevas ediciones de textos que se están publicando.
Quisiera mencionar especialmente, como obras centrales, la edición
de Belianís de Grecia de Lilia de Orduna (§1512) y la
de Primaleón de mi colaboradora, Maricarmen Marín Pina
(§1962). Este último forma parte de una serie de ediciones
patrocinada por el Centro de Estudios Cervantinos de Alcalá de Henares
(§1473, §1748, §1764, §1962, §2001). El disponer
de estos textos en ediciones fácilmente accesibles no podrá
dejar de tener un efecto muy positivo en los estudios de nuestro campo. Esto
que acabo de relatar es especialmente notable, dado que en nuestro estudio
hemos descubierto proyectos fracasados: entre ellos, la proyectada edición
por Dámaso Alonso de Primaleón (§1967) y la de
Samuel Gili Gaya de Amadís de Gaula
(§664) (2).
Aparte de estas nuevas ediciones, la cantidad
de estudios sobre los libros de caballerías crece notablemente. La
secuencia cronológica que hemos adaptado permite fácilmente
ver el ritmo creciente. Sobre Amadís de Gaula, por ejemplo,
entre 1970 y 1979 se publicaron 57 estudios, entre 1980 y 1989, 140 estudios,
y entre 1990 y 1999, nada menos que 214 estudios, y probablemente faltan
algunos de los últimos años.
Nuevos investigadores
En 1979 sólo podemos señalar como especialistas en libros de caballerías castellanos a Edwin Place, Sydney Cravens, el entonces joven Juan Manuel Cacho Blecua y un servidor (que considera ahora todo su trabajo sobre libros de caballerías un punto de partida, una piedra de toque, para su estudio de Cervantes). Ya en 2000 hay toda una fila de investigadores que han dedicado sus carreras intelectuales principalmente a trabajar con los libros de caballerías castellanos. Se incluye aquí a Maricarmen Marín Pina, Alberto del Río Nogueras, Lilia E. F. de Orduna, José Manuel Lucía Megías, Emilio Sales Dasí, Rafael Ramos, Rafael Mérida, María Luzdivina Cuesta Torre, Javier Guijarro, en Italia Anna Bognolo y en Francia Sylvia Roubaud. Otros han comenzado con una tesis sobre el campo: Isabel Muguruza, Susana Gil-Albarellos Pérez-Pedrero, en Alemania Javier Gómez-Montero y en Italia Claudia Demattè y Elisabetta Sarmati (3). También hay otras tesis en varias etapas de elaboración, sobre todo de estudiantes de Juan Manuel Cacho Blecua (Zaragoza), Pedro Cátedra (Salamanca) y Víctor Infantes (Madrid).
Congresos, coloquios, seminarios y cursos
También, desde 1979, ha habido una serie
de congresos, coloquios y cursos dedicados, en todo o en parte, a los libros
de caballerías castellanos. El primero de que tengo noticia se
celebró en Viena en 1980: "Das Ritterbuch als Volkslesestoff im spanischen
und rumänischen Raum" (§311, §313, §314, §317,
§319, §912, §915). El primero celebrado en España estuvo
dedicado a "Evolución narrativa e ideológica de la literatura
caballeresca", Bilbao, 1988 (§400, §1008, §1010, §1862).
En el Symposion "Tirant lo Blanc" celebrado en Valencia en 1990 hubo
algún trabajo relevante (§268, §433, §439, §1052),
como también en el Seminario "Amadís de Gaula y Tirant lo Blanch",
en Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santander, en 1991
(§366, §464. §465, §1070, §1073). Tuvo lugar en
la Casa de Velázquez, de Madrid, entre noviembre de 1992 y junio de
1993, el seminario hispanofrancés "La invención de la novela"
(§483, §485, §1524), y en Cuenca, en 1995, un curso sobre
libros de caballerías (§91, §531, §535, §538,
§1178, §1356, §1933).
Pero ha habido más. En Valencia, 1996,
las "Jornadas sobre literatura de caballerías y orígenes de
la novela" (§550, §558, §589, §597, §1203, §1242,
§1376, §1652). En Colonia en 1997, "Literatura caballeresca en
España e Italia. Circulación y transformación de
géneros, temas y argumentos desde el Medioevo (1460-1550)" (§569,
§576, §577, §587, §630, §1213, §1220, §1560,
§1578, §1579, §2062). Finalmente, el primer congreso dedicado
exclusivamente a Amadís de Gaula se celebró en Francia
en 1999 (§1248, §1249, §1251, §1252, §1253, §1255,
§1256, §1259, §1263).
Libros de caballerías descubiertos, hallados, excluidos y perdidos
El listado de obras que se incluyen bajo el
lema de libros de caballerías castellanos ha sufrido algunas
modificaciones. Primero, hay dos obras que figuraban en la bibliografía
de 1979 que ahora están excluidas. La primera es Arderique,
un texto menor, impreso en Valencia por Juan Viñao, el mismo que
imprimió la primera edición de Claribalte (§1605).
Ahora sabemos, aunque el original ha desaparecido, que el Arderique
castellano es traducción de una obra valenciana. También,
después de la tesis de Gómez-Montero (§1013), hay que
excluir, como no castellanas, las dos primeras partes del Espejo de
caballerías.
Una obra que di por perdida en el trabajo de
1979, la quinta parte del Espejo de príncipes y caballeros,
José Manuel Lucía Megías la consiguió localizar
en la Biblioteca Nacional de Madrid. Un manuscrito que creíamos ser
de las partes III-IV de Belianís de Grecia, después
de un examen se ha descubierto constituir una quinta parte hasta ahora
desconocida (§1536). Una segunda edición de Claribalte,
aparecida de la nada en un catálogo de la librería Dolphin
de 1941, desapareció durante más de sesenta años sin
que nadie lo pudiera examinar. En el año 2000, como traído
por un mago, aparece en la biblioteca del Duque de Alba en Madrid (§1606).
Entre las versiones españolas de Tristán, aparece un
libro castellano original: Tristán el Joven, publicado en 1534
(§2040). En la tercera parte de Clarián de Landanís,
robada de la Biblioteca Nacional de Madrid, se descubre que el protagonista
es nada menos que el Caballero de la Triste Figura (§1588).
El nuevo acceso a la biblioteca del Palacio
Real nos ha brindado Belinflor de Grecia o Flor de
caballerías, recientemente publicado (§1765), Bencimarte
de Lusitania (§1541), las partes sexta y séptima de
Florambel de Lucea, también en la Biblioteca Nacional de Madrid
(§1775) y un fragmento de dos folios designado Clarís de
Trapisonda (§1638). Filorante se ha descubierto en la Biblioteca
Zabálburu (§1759), y Claridoro de España (§1635)
y Don Mexiano de la Esperanza (§1852) se han identificado en
la Biblioteca Nacional de Madrid. Hay que señalar el esfuerzo de
José Manuel Lucía Megías en descubrir e identificar
estas obras manuscritas.
Entre las nuevas obras figuran algunas que
desgraciadamente están perdidas. Comenzaré con mi propia
hipótesis de que el libro de Cervantes sobre Bernardo del Carpio puede
identificarse como un libro de caballerías suyo (§1545),
histórico, nacional y sobre todo, verdadero. También podemos
preguntarnos si tras el deseo de Don Quijote de acabar y corregir la historia
de Belianís de Grecia estaría otro proyecto inconcluso de Cervantes
(§1533).
Ha aparecido en un inventario una referencia
a las hasta ahora desconocidas partes quinta y sexta de Clarián
de Landanís (§1602). Damos por real, pero perdida, una
edición príncipe de la segunda parte de la misma obra
(§1584), y como muy posible, una perdida edición príncipe
de Belianís de Grecia, de 1545 (§1506). Por último,
hubo al menos dos ediciones perdidas de Amadís de Gaula anteriores
a 1508 (§1225), y la edición zaragozana de 1508 no es la más
fiel, de las existentes, al texto de Montalvo, del cual también se
ven reflejos en la traducción hebrea (§961). (Por favor, no escriban
que Amadís de Gaula es de 1508 y Las sergas de
Esplandián de 1510, y desde luego que no fueron publicados por
Montalvo en dichos años). Hemos vuelto a conceder validez a la
mítica fecha de 1496 para la edición príncipe de
Amadís de Gaula. Nadie sabe de dónde ha procedido dicha
fecha, pero el bibliógrafo decimonónico que la apuntó
habrá tenido un motivo para consignar una fecha determinada, y según
Rafael Ramos, concuerda bien con los datos internos o "cronotopo" de la obra
(§1087).
Las implicaciones para el estudio del género
de todas estas nuevas o redescubiertas obras - es decir, el cambio de nuestra
visión del género en su conjunto - está sin examinarse.
Incluso lo que significan para el género las obras ya conocidas, como
Amadís de Grecia, tampoco lo podemos decir. Pero ya hemos dado
unos pasos importantes hacia un conocimiento verdadero del fenómeno
de los libros de caballerías castellanos.
Problemas subsistentes
Todavía hay confusiones con respecto
a la definición de los libros de caballerías castellanos. Es
cierto que hemos progresado; al menos ya no tenemos estudios que dictaminan
sobre el género a base de Zifar, Tirante, Amadís
y los comentarios en Don Quijote. Hemos progresado también
en otro problema, la atención dada a obras periféricas y la
falta de atención a las centrales. Ya Lilia Orduna estudia y edita
Belianís de Grecia, y Palmerín de Olivia,
Primaleón, y Platir han sido republicados. Pero cuestiono
la tendencia a editar obras de poco o ningún relieve en la época,
tales como Adramón y Flor de caballerías, cuando
obras tan importantes como las de Feliciano de Silva, Clarisel de las
Flores o la tercera parte del Espejo de príncipes y
caballeros no están disponibles.
Continúa el problema del acceso. Hay
varias obras estudiadas o editadas en tesis, pero las tesis pueden ser de
muy difícil acceso. Hay una tesina sobre Olivante de Laura
que al parecer está perdida; ni su autora posee un ejemplar (§1860).
No he consiguido ver una tesina, de la Universidad de Puerto Rico, de 1985
(§359). Hay que señalar la enorme utilidad del sistema norteamericano
de microfilmar todas las tesis, y de imprimir y vender ejemplares cuando
se piden. Al mismo tiempo, unas de las más lamentables tesis sobre
libros de caballerías castellanos han sido elaboradas en los EE.UU.
Desde luego, nos aflige y nos afligirá
el problema de la extensión del género. ¿Quién
puede leerlo todo? Por eso son sumamente útiles las "Guías
de lectura caballeresca" que Lucía Megías patrocina en Alcalá
de Henares.
Temas para estudios futuros
Por último, quisiera acabar con algunos
temas pendientes de encontrar investigadores que los emprendan. Ya es hora
de publicar la Junta de libros, la mayor que ha visto España en
su lengua, de Tomás Tamayo de Vargas
(§4) (4). La colección de libros
de caballerías castellanos de Thomas Phillipps, el mayor bibliófilo
de todos los tiempos, merece un estudio (§15, §695, §696,
§697, §1423, §1429, §1636, §1678, §1719,
§1774, §1831).
Se ha estudiado la relación de las obras
de Montalvo con la política de los Reyes Católicos (§508,
§559), y hay un artículo sobre Feliciano de Silva y el movimiento
comunero (§1403). Pero falta una visión de conjunto sobre los
libros de caballerías y Carlos V (§328, §620, §813,
§1022, §1309, §1515, §1531, §1624, §1641,
§1793, §2041), y se podría también examinar la
relación de estos libros con otros nobles de su tiempo: con los Duques
de Calabria (§2) y los Marqueses de Astorga (§1636, §1767,
§1999), entre otros.
La mayoría de los autores de libros
de caballerías fueron personas marginadas. Este importante aspecto
se ha estudiado sólo en relación con la autoría femenina
de Cristalián de España (§1668, §1669,
§1670). Falta en concreto una consideración de la condición
de "cristianos nuevos" de Feliciano de Silva, Francisco Delicado y posiblemente
otros autores. La marginación de estos autores, ¿explica algo
de la hostilidad hacia sus obras?
Por último, hace falta una edición
fidedigna de Amadís de Gaula, una que no reproduzca sencillamente
el deficiente texto de 1508. Puesto que no disponemos de una herramienta
tan fundamental, es necesario concluir que mucho se ha hecho, pero todavía
queda bastante por hacer.
1 §63;
el símbolo § antecede al número de la ficha en nuestra
nueva obra, Bibliografía de los libros de caballerías
castellanos, publicada por las Prensas Universitarias de Zaragoza. Quisiera
recordar que el término correcto es "libros de caballerías",
la s final usada exclusivamente por Cervantes y todos sus
contemporáneos (§287, §301).
2 También
mi propia edición de Amadís de Grecia, presente en la
bibliografía de 1979 pero ahora suprimida, por abandonada; el tomo
II de los Libros de caballerías de Gayangos, en la Biblioteca
de Autores Españoles (§117); el estudio de Aribau, fallecido
antecesor de Gayangos en el proyecto (§115); y un estudio, o perdido
o nunca escrito, de Adolfo Bonilla y San Martín (§136).
3 Para las
contribuciones de cada uno de ellos, véase el Índice
onomástico.
4 Es de esta
obra que procede la famosa descripción de Cervantes, casi siempre
citada incorrectamente: "ingenio, aunque lego, el más festivo de
España".
Daniel Eisenberg
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